jueves, 24 de julio de 2014

Fanfic de "1984" Parte I: La silla eléctrica



"Pues podrías escribir algo sobre "1984", de Orwell..."
Así comenzó todo.
    Minutos después estaba enfrascada escribiendo en unas servilletas de papel de un café XD (es muy cómodo, por cierto).
Con este fanfic, producto de la más absoluta locura, pretendo comunicarle a George Orwell no una parodia brutal y estúpida, sino un juego nacido de su falta de especificación en "ciertos temas" relativos a su obra.


     Espero que no se revuelva demasiado en su tumba...

Con todo mi cariño para George Orwell, que no se desvió mucho cuando escribió "1984" de la realidad actual.

¡AVISO!: PUEDE TENER CONTENIDO DAÑINO PARA LA SENSIBILIDAD DE ALGUNAS PERSONAS 
SOLO APTO PARA INDIVIDUOS QUE SE HAYAN LEÍDO EL LIBRO. (Sino no se enterarán de nada).

Parte 1: La silla eléctrica.

    Cuando los tormentos parecían haber concluido de aquel aparato eléctrico infernal, Winston se encontró con las ataduras ya aflojadas y el rostro terso y satisfactorio de O´Brien, quien lo miraba intensamente.
A su izquierda vio Winston que el hombre de la bata blanca preparaba una inyección.
O´Brien miró a Winston sonriente. Se ajustó las gafas como en los buenos tiempos.
-¿Recuerdas haber escrito en tu diario que no importaba que yo fuera amigo o enemigo, puesto que yo era por lo menos una persona que te comprendía y con quien podías hablar? tenías razón. Me gusta hablar contigo. Tu mentalidad atrae a la mía. Se parece a la mía excepto en que está enferma. Antes de que acabemos esta sesión puedes hacerme algunas preguntas si quieres.
-¿La pregunta que quiera?
-Sí. Cualquiera. -Vio que los ojos de Winston se fijaban en la esfera graduada.- Ahora no funciona. ¿Cuál es tu primera pregunta? -El hombre de bata blanca desapareció ante el gesto de O´Brien. Winston continuó.
-¿Qué habéis hecho con Julia?
O´Brien volvió a sonreír.
-Te traicionó, Winston. Inmediatamente y sin reservas. Pocas veces he visto a alguien que se nos haya entregado tan pronto. Apenas la reconocerías si la vieras, Toda su rebeldía, sus engaños, sus locuras, su suciedad mental...todo eso ha desaparecido de ella como si lo hubiera quemado, Fue una conversión perfecta, un caso para ponerlo en los libros de texto.
-¿La habéis torturado?
o´Brien no contestó.
-A ver, la pregunta siguiente.
-¿Existe el Gran Hermano?
-Claro que existe. El Partido existe. El Gran Hermano es la encarnación del Partido.
-¿Existe en el mismo sentido en que yo existo?
-Tú no existes.
 (...)
    Winston yacía silencioso. Respiraba un poco más rápidamente. Todavía no había hecho la pregunta que le preocupaba desde un principio. Tenía que preguntarlo, pero su lengua se resistía a pronunciar las palabras. O´Brien parecía divertido. Hasta sus gafas parecían brillar irónicamente.
Winston pensó de pronto. "Sabe perfectamente lo que le voy a preguntar". Y entonces le fue fácil decir:
-¿Qué hay en la habitación 101?
    La expresión del rostro de O´Brien no cambió. Respondió:
-Sabes muy bien lo que hay en la habitación 101, Winston. Todo el mundo sabe lo que hay en la habitación 101. -Levantó un dedo mientras añadía.- Bueno, Winston, se te acabó el tiempo, ya es hora de que… -Pero el torturado cortó su frase.
-¡O´Brien, por favor, contéstame a una última pregunta! –O´Brien pudo leer casi en su totalidad los ojos entre atemorizados y suplicantes de Winston, siempre lo hacía, aunque había un candor extraño que lo desconcertaba.
-Está bien. Dime, Winston, ¿qué es lo que quieres saber sobre mí?
-Primero quiero que te acerques –Contestó al instante.- Me duele el cuerpo demasiado como para moverme…
-No juegues, Winston, sabes que te conozco…
-¡Solo un poco!
O´Brien aceptó la encarnizada petición de Winston, y poco después sus rostros quedaban apenas separados por veinte centímetros.
-Dime, Winston, ¿qué quieres saber?
-O´Brien…-Sus palabras se volvieron un susurro, por lo que el fornido y exasperado hombre se vio obligado a aproximarse más.-Tú…-Notando que era el momento de todo o nada se decidió a formular aquella pregunta- ¿Sientes por mí lo mismo que yo siento por ti?

  O´Brien, un hombre cuyos pilares estaban bien fijos, no supo qué contestar, ni cómo reaccionar ante aquella inquisición, pues en aquel momento se debatía entre su deber y lo que desconocía que pensaba.
¿Sentía algo por Winston? Pero, ¿qué era aquello sino el producto de un arduo trabajo, un espécimen del que él mismo se sentía responsable de modelar, de encaminar por la buena senda del Partido?
    Su mente se quedó en blanco.

   Winston, haciendo un terrible esfuerzo, bregando por caerse desplomado sobre la camilla, se incorporó hasta que sus labios (aún agitados por la traumática experiencia) tocaron los de O´Brien, que se habían quedado entreabiertos por la sorpresa.

   Estaba a punto de tocar su paladar cuando O´Brien lo apartó con todo el cuidado que pudo, recordando el dolor que persistía en el cuerpo del procesado.
-No, Winston, esto no está bien… Esto no puede pasar… O por lo menos así no…
Y, olvidándose parcialmente del Partido y de todas sus órdenes, arrasó contra la boca de Winston, quien ya empezaba a echar a perder todas sus esperanzas.
   No sabía cómo controlar, cómo conducir aquella explosión tifónica que lo dejaba sin aire.
Quería descansar, pero O´Brien sabía que ahora volvía a tener el poder que ostentaba sobre él, y no iba a desaprovecharlo.
    Sus manos atenazaron la espalda herida de Winston, quien en medio de aquel incontrolable beso se retorcía de dolor.

    No supo si volvió a desmayarse o fue presa de aquel ataque de pasión hasta que perdió el sentido.

   
Cuando sus ojos se abrieron encontró a O´Brien sentando a un lado de la camilla.
La cabeza le daba vueltas y creyó que desfallecería de nuevo cuando O´Brien replicó con una pícara sonrisa:
-Nunca aprenderás, Winston.






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