jueves, 7 de agosto de 2014

Fanfic "1984" Parte V: El Miniver/ El Minimor.*



   De nuevo añado otro capítulo más a mi fanfic de 1984, Orwell me perdone, pero cuando las ideas te las ponen en bandeja de plata es difícil decir que no.
Este capítulo -el cual espero que sea el último- esta dedicado a una amiga, a la cual llamaré por su seudónimo: Sarah Smith (Walker)
"¡NOS VEREMOS, SARAH SMITH!
Nos veremos..."

PD: Esto se me está yendo de las manos xD.

Parte V: El Miniver/ El Minimor.

     Eran las cinco y media de la mañana y Winston seguía embobado mirando la puerta por la que hora antes había salido corriendo Julia.
Julia… Aquella imagen no se le quitaba de la cabeza.

    Ahora le regresaban a la mente aquellos recuerdos que se mostraban difuminados y desenfocados por el paso del tiempo: su intento de rebelión contra el Partido, las noches secretas con Julia en ese mismo piso, su captura, la traición de Julia, su entrada en el Ministerio del Amor…
Y ya tenía las pupilas agotadas de permanecer tanto rato abiertas como el ojo del Gran Hermano, fijas en la madera y en la ventana.
No había logrado conciliar el sueño.
Suspiraba de vez en cuando con el alma encogida: jamás había podido pensar que iría allí otra vez.
   Y cuando la había visto… Una sensación extraña se había apoderado de él. ¿Qué era? ¿Amor? ¿Remordimiento? ¿Miedo?
Les había visto juntos, abrazados, besándose… Ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado espiándolos…
Pero, ¿por qué se sentía así? Su corazón estaba ocupado únicamente por O´Brien, quien dormitaba en silencio a su lado.
¿Entonces? Le había acusado con desprecio, ¿estaba celosa? También había compartido aquel mismo lecho con ella, meses atrás, pero en su fuero interno creía que fue un arrebato de pasión, una atracción incontestable que le circulaba por su pulso; quería estar más cerca de aquella chica que compartía tanto con él…
Jamás quiso hacerle daño. Y no entendía porqué se había enfadado tanto con él cuando fue ella la que le traicionó…
Aunque, ¿pudo ser O´Brien quien le había mentido?
Lo miró: estaba recostado en su lado izquierdo, con los brazos de almohada y un semblante tranquilamente tensado, como siempre.
Imposible. No fue él.

  Exhalaba un suspiro cansado. No había podido pegar ojo en toda la noche.
Y los zapatos negros de tacón le zumbaban en el cerebro. Mira que era patoso.
También le sacudía el espinazo como un rayo la amenaza de Julia.
Se decía así mismo que no sería capaz de delatarlos. Pero… ¿Era capaz de confiar en ella a pesar de todo?
Quería. Quería y una parte de su conciencia le obligaba  a pensar en lo contrario.
Y continuaba desmenuzando la conversación.
    ¿Qué había querido decir Julia cuando aseguró con O´Brien había tenido “algunos problemillas” con el Partido? Si era verdad, ¿por qué no le había dicho nada?
Volvió a mirarlo.
Era O´Brien.
Sonrió con suavidad. No le podía pedir más. Su persona era un continuo misterio.
Pero estaba decidido a preguntárselo cuando despertara.

    Se levantó. El colchón vibro y el que dormía pareció despertarse.
Winston se dirigió a la ventana, tapizada con maderas que apenas permitían entrada a la luz.
Volveremos a vernos en el sitio donde no hay oscuridad”. Aquellas palabras de O´Brien se colaron en su memoria.
Ahora entendía la frase con otro significado.

   Se giró. Las manos ásperas de O´Brien le rozaban los hombros.
Estaba confundido.
Lo abrazó aspirando la eterna serenidad de sus ojos, intentando que algo se le pegase también.
Sin embargo, necesitaba preguntárselo:
-O´Brien…
-Dime Winston.
-¿Qué ha pasado con el Partido? –El rostro del que siempre permanecía tranquilo mudó a un blanco paralizante, dando claras muestras de que O´Brien había tenido algo malo de verdad.
-Nada. No pasó nada. –Mintió.- Julia mintió…
-No te creo. –No evitó interrumpirle. Estaba en su derecho de conocer lo que le escondía.
-¡No pasó nada y punto!
Retiró rápidamente los brazos de Winston y se alejó.
Empezó a vestirse con brío, cubriéndose de un mono como la pez.
-¡Y sería mejor que no escuchases a esa… chica! ¡Te traicionó! ¿O lo has olvido ya?
Cambió de tema. Y aunque Winston se dejó llevar por la sorpresa, quiso contraatacar.
-¡No va a decir nada! ¡Cálmate! ¡Dime que ocurrió! Necesito saberlo…
-¡¿Necesitas?! ¡¡No me interesa lo que “necesites” o no!! ¡¡No voy a contarte mi vida!!
Se levantó de un salto, rabioso.
Iba a salir ya por la puerta cuando escuchó la voz tenue de Winston que, a pesar de que fluía como un susurro, consiguió enquistársele en el pecho.
-No me dirás nada, para qué. Para ti soy solo una marioneta más, ¿no? No te importo en absoluto…
-¡¿Qué no me importas?! –Gritaba con aquel secreto arañándole la garganta.- ¡¿Cómo te atreves a decir eso, Winston Smith?! –No lo soportó más- ¡¡Me encerraron en la habitación 101 por ti!! ¡¡Te vi muerto!! –El brote de una lágrima asomaba por su rostro. Respiraba con dificultad.- ¡¡¿Te vi muerto y crees que no me importas?!!
Ahora discurrían en cascada las gotas calientes por la piel tensada. Era incapaz de controlarse. No podía permitir que los ojos asustados e increíbles de Winston lo observaran por más tiempo.
Le había confesado su mayor miedo sin querer.

    Iba a salir corriendo cuando las manos de Winston lo agarraron. No quería darse la vuelta.
-¡¿Estás diciendo que estuviste en la habitación 101?! ¡¡¿Cómo?!! ¡¡¿Por qué?!!
Lo zarandeaba con cuidado. O´Brien era incapaz de añadir algo más. -¡¡¡O´Brien, respóndeme!!!
Se sentía mareado.
Se dejó caer en la cama de espaldas, intentando recobrar el aliento. Temblaba. No era capaz de decirle la verdad a Winston. Ya había hablado bastante.
Pero… aquella mirada suplicante le partía los esquemas, en su cabeza resonaban sus sílabas, su experiencia, su dolor…
-¡¡BASTA!!
Gritó.
    No aguantaba más preguntas.
-Se enteraron de lo que te hice… hicimos cuando te llevé a la 101…
Me castigaron. Me enviaron allí. Estabas muerto… Con heridas por todos lados, con la sangre de los muertos rodando por tus mejillas… -Ahogó un sollozo- Me torturaron con lo que más me duele… -Hizo una pausa. Winston estaba mudo.- Después de eso dejé de pensar para ser un mero autómata, solo hacía lo que tenía que hacer… -Paró. Sus retinas se iluminaron.- Pero, semanas después te vi… Estabas en la pantalla de uno de los monitores, estaba de guardia. Eras tú. –Fijó sus ojos en su querido Winston.- Vestido con tu mono azul y la raya mal puesta, como siempre, de camino a casa y… -Estaba a punto de desfallecer.- Estabas vivo…

    Un silencio sobrecogedor pobló la habitación. Ninguno de los dos era capaz de moverse.
O´Brien decidió seguir con todo.
-Quería asegurarme, quería ver que eras tú de verdad y fui lo más rápido que pude a comprobarlo. –Se sosegó.- Y, era verdad. Lo que vi en la habitación 101 era mentira, era una ilusión, una farsa que montaron para castigarme, una broma muy cruel. –Tomó aire.- Y entonces decidí que no quería perderte otra vez…
-Y por eso estamos aquí. –Completó Winston.
-Sí. –Expiró.

    Notó los labios de Winston como  nunca antes los había probado, y sus brazos suaves lo rodeaban con ternura.
Se sentía a gusto, feliz, relajado y aliviado.
-“Nos volveremos a ver en el lugar donde no hay oscuridad”…-Sonrieron- Donde no hay secretos…-Dijo Smith.
-En el ministerio de la Verdad. –Acentuó O´Brien.
-Y en el ministerio del Amor. –Añadió su querido Winston.

    Las luces llenaban el cuarto y subían por las paredes, reflejando dos siluetas que se quitaban mudamente la ropa en medio de caricias y besos.

*El Miniver/El Minimor: El Ministerio de la Verdad/ El Ministerio del Amor en neolengua.


miércoles, 6 de agosto de 2014

fanfic "1984" Parte IV: Omake



"Deberías incluir a..."
Y de nuevo a escribir en servilletas de bares xD
Darme ideas para continuar un fanfic de "1984" es mala idea... (Espero que Orwell me perdone XD)

PARTE IV: Omake.

    Ya habían cumplido cinco meses de aquel noviazgo espontáneo, pues cada noche abandonaban su mono clasificatorio y lejano para sentirse desnudos, libres de ataduras y poder cumplir con la urgencia de su apetito de placer.

   
    Cada día se reunían en el antiguo piso de Winston, aquel que había alquilado junto con Julia en el lugar donde los ojos del Gran Hermano no deberían llegar, el mismo donde fueron descubiertos la primera vez y que seguía regentada por el señor Charrington.
Sin embargo, O´Brien fue más listo y anulaba la telepantalla. (Aunque lo que ellos no sabían era que sus roces eran siempre supervisados por aquellos dos vigilantes que se entretenían viéndolos, disfrutando como si fuera la mejor película jamás hecha por la Pornosec.)

    Allí se veían sin tapujos, sobre las ocho de la tarde, en la habitación cerrada a contramuro y en la que reinaba un ambiente acogedor.
El sudor, las burbujas de tabaco ocasionales y el prolongado suspiro del disfrute eran los pilares que seguían manteniendo aquel hogar.

    Un día, como otro cualquiera, ambos se encontraban al abrigo de aquellas sábanas, pues era invierno y qué mejor que el calor humano para olvidar el frío extraño y exterior.
Winston se dejaba hacer a la voluntad de O´Brien, gozoso.
O´Brien, descontrolado como siempre, dominaba en aquel instante el cuello y la cintura de su querido Winston, y ambos solo hacían una pausa para besarse.
    Fue entonces cuando la puerta del piso comenzó a ceder ante la embestida de una llave conocida, y los amantes no repararon en absoluto en aquellos ruidos, envueltos en delicias y pensando que sería el chirriar de los goznes por el frío.
Una joven de cabellos castaños penetró en el piso, con una sonrisa en los labios.
No escuchó los placenteros gemidos que bañaban el cuarto al que se dirigía.
Guardó la llave en su bolso.

    Era Julia.
Había logrado recordar plenamente a Winston, después de haberse visto casualmente en una de las calles, después de no haberse atrevido a decirle ni una palabra.
No se había olvidado de aquel piso en el que tanto amor y temor compartieron.
Volvió a sonreír.
    Lo esperaría allí hasta que regresara, pues suponía que volvería.
¡Tenía tantas ganas de abrazarlo, de sentirlo!

    Abrió la puerta, la cual había quedado un poco entornada, pero no estaba preparada para lo que iba a encontrarse ante sus ojos:
Cubiertos de lívido y de otras gotas de las que no quería saber su procedencia, O´Brien (al que reconoció de inmediato) y su amado Winston se envolvían ansiosos mientras sus bocas se arremolinaban con fervor demente.
No podía articular sílaba.

    Entonces O´Brien se giró ante tan importuna interrupción, advirtiendo a Julia.
Winston, por su parte, no sabía qué decir mientras que reposaba en los brazos anchos y firmes de O´Brien, observando de hito en hito a la chica que patidifusa y ojiplática clavaba su mirada en su desnudo cuerpo.
-Julia…-Apenas dijo Winston en un hilillo de voz, reorganizando su mente.- ¿Qué…? ¡¿Qué estas haciendo aquí?!
Fueron las únicas palabras coherentes que pudieron adherirse al aire.

    A ella se le cayó el bolso en lo que señalaba con lágrimas al borde del precipicio de su lacrimal con rabia en su expresión a O´Brien.
-¡Mal nacido! ¡¡Hijo de puta!! ¡¿Cómo pudiste?! –Ahora acribillaba con su voz, fuerte como un estruendoso vendaval, a Winston.- ¡¿Cómo has podido?!
Se quedó petrificada, llorando.
Ella hubiera tenido que ser la que tocara ahora Winston la que sintiera sus cálidos labios sobre su piel, no aquel miserable que les había arruinado la vida.- ¡¡Te odio!! –Gritó por último.-¡¡Os delataré!! –Vociferó celosa y rabiosa.
Entonces fue O´Brien el que se incorporó y tensó la cuerda del ambiente.
-¿Sí? ¿Y a quién van a creer? ¿A un miembro respetable del Partido o a una cría con antecedentes?
Aquello la paralizó. Tenía razón. Él era un miembro peligroso y poderoso al mismo tiempo, sin embargo, ella supo defenderse.
-¿En serio? Se dice que últimamente ha tenido algunos “problemillas” con el Gran Hermano.
Se refería al ingreso de O´Brien en la habitación 101, de lo cual Winston no tenía noticia alguna, por lo que la miró extrañado. O´Brien, por el contrario, palideció de inmediato y se aferró al lecho.

    Dicho esto, la chica intentó huir, satisfecha y despechada a la vez, pero la mano suave de Winston la frenó.
-¡No te vayas, Julia!
O´Brien abrió la boca desmesuradamente y se llevó la palma áspera a la frente: Winston había salido de la cama con la única protección de una sábana, dándole el aspecto de un semi-dios, que acababa de enredarse entre su cadera y sus pies, lo que provocó que al mínimo paso que dio, tropezó con ella y se estampó sin remedio al ras de los tacones de Julia.
   Julia, que no estaba segura de si reírse del que fue su amado por su torpeza o gritarle, optó por escapar de aquella escena que brillaba por su fogoso deseo candente.
-Hasta nunca.
Y cerró de un portazo.

    Tiró la llave que jamás volvería a usar, fundiendo en la memoria de Winston y  O´Brien una amarga mirada de desprecio.