miércoles, 6 de agosto de 2014

fanfic "1984" Parte IV: Omake



"Deberías incluir a..."
Y de nuevo a escribir en servilletas de bares xD
Darme ideas para continuar un fanfic de "1984" es mala idea... (Espero que Orwell me perdone XD)

PARTE IV: Omake.

    Ya habían cumplido cinco meses de aquel noviazgo espontáneo, pues cada noche abandonaban su mono clasificatorio y lejano para sentirse desnudos, libres de ataduras y poder cumplir con la urgencia de su apetito de placer.

   
    Cada día se reunían en el antiguo piso de Winston, aquel que había alquilado junto con Julia en el lugar donde los ojos del Gran Hermano no deberían llegar, el mismo donde fueron descubiertos la primera vez y que seguía regentada por el señor Charrington.
Sin embargo, O´Brien fue más listo y anulaba la telepantalla. (Aunque lo que ellos no sabían era que sus roces eran siempre supervisados por aquellos dos vigilantes que se entretenían viéndolos, disfrutando como si fuera la mejor película jamás hecha por la Pornosec.)

    Allí se veían sin tapujos, sobre las ocho de la tarde, en la habitación cerrada a contramuro y en la que reinaba un ambiente acogedor.
El sudor, las burbujas de tabaco ocasionales y el prolongado suspiro del disfrute eran los pilares que seguían manteniendo aquel hogar.

    Un día, como otro cualquiera, ambos se encontraban al abrigo de aquellas sábanas, pues era invierno y qué mejor que el calor humano para olvidar el frío extraño y exterior.
Winston se dejaba hacer a la voluntad de O´Brien, gozoso.
O´Brien, descontrolado como siempre, dominaba en aquel instante el cuello y la cintura de su querido Winston, y ambos solo hacían una pausa para besarse.
    Fue entonces cuando la puerta del piso comenzó a ceder ante la embestida de una llave conocida, y los amantes no repararon en absoluto en aquellos ruidos, envueltos en delicias y pensando que sería el chirriar de los goznes por el frío.
Una joven de cabellos castaños penetró en el piso, con una sonrisa en los labios.
No escuchó los placenteros gemidos que bañaban el cuarto al que se dirigía.
Guardó la llave en su bolso.

    Era Julia.
Había logrado recordar plenamente a Winston, después de haberse visto casualmente en una de las calles, después de no haberse atrevido a decirle ni una palabra.
No se había olvidado de aquel piso en el que tanto amor y temor compartieron.
Volvió a sonreír.
    Lo esperaría allí hasta que regresara, pues suponía que volvería.
¡Tenía tantas ganas de abrazarlo, de sentirlo!

    Abrió la puerta, la cual había quedado un poco entornada, pero no estaba preparada para lo que iba a encontrarse ante sus ojos:
Cubiertos de lívido y de otras gotas de las que no quería saber su procedencia, O´Brien (al que reconoció de inmediato) y su amado Winston se envolvían ansiosos mientras sus bocas se arremolinaban con fervor demente.
No podía articular sílaba.

    Entonces O´Brien se giró ante tan importuna interrupción, advirtiendo a Julia.
Winston, por su parte, no sabía qué decir mientras que reposaba en los brazos anchos y firmes de O´Brien, observando de hito en hito a la chica que patidifusa y ojiplática clavaba su mirada en su desnudo cuerpo.
-Julia…-Apenas dijo Winston en un hilillo de voz, reorganizando su mente.- ¿Qué…? ¡¿Qué estas haciendo aquí?!
Fueron las únicas palabras coherentes que pudieron adherirse al aire.

    A ella se le cayó el bolso en lo que señalaba con lágrimas al borde del precipicio de su lacrimal con rabia en su expresión a O´Brien.
-¡Mal nacido! ¡¡Hijo de puta!! ¡¿Cómo pudiste?! –Ahora acribillaba con su voz, fuerte como un estruendoso vendaval, a Winston.- ¡¿Cómo has podido?!
Se quedó petrificada, llorando.
Ella hubiera tenido que ser la que tocara ahora Winston la que sintiera sus cálidos labios sobre su piel, no aquel miserable que les había arruinado la vida.- ¡¡Te odio!! –Gritó por último.-¡¡Os delataré!! –Vociferó celosa y rabiosa.
Entonces fue O´Brien el que se incorporó y tensó la cuerda del ambiente.
-¿Sí? ¿Y a quién van a creer? ¿A un miembro respetable del Partido o a una cría con antecedentes?
Aquello la paralizó. Tenía razón. Él era un miembro peligroso y poderoso al mismo tiempo, sin embargo, ella supo defenderse.
-¿En serio? Se dice que últimamente ha tenido algunos “problemillas” con el Gran Hermano.
Se refería al ingreso de O´Brien en la habitación 101, de lo cual Winston no tenía noticia alguna, por lo que la miró extrañado. O´Brien, por el contrario, palideció de inmediato y se aferró al lecho.

    Dicho esto, la chica intentó huir, satisfecha y despechada a la vez, pero la mano suave de Winston la frenó.
-¡No te vayas, Julia!
O´Brien abrió la boca desmesuradamente y se llevó la palma áspera a la frente: Winston había salido de la cama con la única protección de una sábana, dándole el aspecto de un semi-dios, que acababa de enredarse entre su cadera y sus pies, lo que provocó que al mínimo paso que dio, tropezó con ella y se estampó sin remedio al ras de los tacones de Julia.
   Julia, que no estaba segura de si reírse del que fue su amado por su torpeza o gritarle, optó por escapar de aquella escena que brillaba por su fogoso deseo candente.
-Hasta nunca.
Y cerró de un portazo.

    Tiró la llave que jamás volvería a usar, fundiendo en la memoria de Winston y  O´Brien una amarga mirada de desprecio.


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